Cómo estar en Zoom




La Pandemia nos sorprendió y todos los que nos desempeñamos en el
ambiente de la Educación, y del Counseling, nos vimos obligados a
aprender y desarrollar nuevas formas de comunicarnos a la distancia.

El llamado Zoom, se consituyó en una herramienta imprescindible a lo
largo de nuestra semana laboral y vincular en general.
Como todo lo nuevo, necesitó un período de adaptación y la definición
de reglas de uso y convivencia, mientras se lo utiliza.
Complementando con lo ocurrido en la pandemia y sus consecuencias
en la vida cotidiana, se fueron relajando los horarios y la rigidez propia
de llegar a tiempo a reuniones, se fué elastizando.

También el concepto de “estar presente”, a su vez, se fue también,
modificando, pues empezaron las personas a decir, “te escucho
mientras hago otra cosa”, y no prendían la cámara de la computadora.
Luego apareció, “no tengo buena señal”, si prendo la cámara no
escucho bien, así que la mantengo apagada.

Luego aparecieron más situaciones, “les tengo que dar de comer a los
chicos”, “necesito planchar”, “estoy en cama y no puedo prender la
cámara”, “estoy viajando y por eso mantengo la cámara apagada”, y
muchas otras “razones” más.
Como docente, como orador en conferencias, empecé a preguntarme,
qué era lo que me incomodaba, cuál era el sentido de hablar a fotos, o
a cuadrados negros.

Poco a poco fue haciendo mella en mi esta situación, en la que percibía
que no me sentía bien, que mi cuerpo me advertía un estar, de no
fluidez, de no comodidad, y me di cuenta, que tenia que manifestarme y
decir lo que me estaba pasando.
Por lo tanto, inicié un tiempo de expresión de esta manera de estar en
el que clarificaba lo que me estaba en realidad pasando.
Un buen día, tome la decisión de no aceptar a ningún oyente o
presente, en mis charlas o clases que no estuviera con la cámara
prendida.

Hay excepciones, cuando la persona, previo al inicio de la actividad,
solicita permiso para estar con la cámara apagada, y da sus
explicaciones, entonces nosotros admitimos y hacemos la excepción.
Ahora bien, me detengo en mi sentimiento y que hay dentro de él, pues
apareció mi necesidad de fundamentar esta situación.
El dar una clase o conferencia a personas por parte de otra persona, en
este caso el profesor, el docente, el orador, implica un vinculo entre él,
su audiencia, y esa relación se desenvuelve a través del lenguaje verbal
y el no verbal, que por otro lado es mucho mayor que el verbal.

Yo puedo ser visto y el oyente puede advertir la totalidad de mi
lenguaje, mis palabras, mi postura corporal, mis tonos de vos, mis
gestos, etc.
El disertante carece de la posibilidad de advertir todo eso en su oyente,
cuando no esta la cámara prendida, por lo tanto, se deja de tener un
elemento central en la importancia del vínculo y de las consecuencias
de las palabras emitidas.
Por lo tanto no hay equidad en la relación entre las partes, ambos
deben estar visibles.

Siguiendo con los argumentos podemos decir, que al docente, orador,
disertante se le debe respeto, como él a su audiencia, por lo tanto no
mostrarse es guardarse las expresiones o gestos, producto de
escucharlo.
El entusiasmo o flujo de la información o de lo que se transmite,
muchas veces debe ser acoplado al ambiente de los presentes, si están
aburridos, si están interesados, si hay impacto positivo o negativo
producto de las palabras y gestos emitidos.
El mirarse es un elemento indispensable en la relación emisor
receptor.

Dicho esto, hemos dispuesto que el presente, se le otorga al alumno u
oyente que permanece durante todo el evento o clase con la cámara
prendida demostrando disponibilidad a la escucha y la comprensión
del tema, respetando y dándole equidad al vinculo entre las partes.
De la otra manera, al participante que no demuestre su completo
interés, se le pondrá ausente o se lo quitará del Zoom sin mas trámite.
Seguiremos aportando ideas, a medida que vamos recibiendo y
colectando experiencias en esta nueva modalidad.

Counselor Guillermo García Arias, Buenos Aires, 2022.













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